Cinco décadas después de irrumpir en la literatura con una mirada crítica e inolvidable sobre la élite limeña, Un mundo para Julius vuelve a sorprender: su manuscrito original, amarillento y lleno de correcciones, apareció oculto entre los archivos de Julio Ramón Ribeyro y ahora será resguardado por el Instituto Cervantes.
El descubrimiento en París del manuscrito original de Un mundo para Julius no solo rescata un documento perdido: reafirma la centralidad de la novela de Bryce Echenique en la construcción de la literatura peruana moderna. La carpeta hallada en los armarios de Julio Ramón Ribeyro —amigo, mentor y cómplice literario de Bryce— muestra cómo ambos escritores compartieron una amistad que trasciende generaciones.
De vuelta en la universidad San Marcos —homenaje organizado por los profesores Agustín Prado y Carlos Arámbulo—, Bryce Echenique, a sus 86 años admite no recordar por qué le dio su manuscrito a Ribeyro, más bien, acoge la versión que se ha propagado en los medios: que se lo regaló en agradecimiento por ser su mentor literario. “Julio Ramón me daba a leer cosas suyas y yo también. Yo honestamente se los devolvía y él deshonestamente se tiró mi manuscrito”, dice entre risas.
La novela, que a fines de los años 70 sacudió el escenario literario con su crítica mordaz a las élites limeñas y su retrato humano desde la voz de un niño, se convirtió con el tiempo en un referente imprescindible. Fue herramienta pedagógica, símbolo cultural, iniciación para miles de estudiantes y un reflejo incómodo para la sociedad que no siempre se reconoce en sus desigualdades.
En este sentido, la decisión de depositarlo en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes no solo preserva un documento invaluable, sino que sitúa a Un mundo para Julius dentro del patrimonio universal de la lengua. Es un reconocimiento institucional al poder narrativo de Bryce Echenique, incluso atravesando los cuestionamientos éticos que marcaron su carrera tardía, y un recordatorio de que las obras trascendentes sobreviven a sus controversias.
Fuente: El País




