Fundación Academia Diplomática del Perú

Cancilleres del Perú

Hipólito Unanue y Pavón

Hipólito Unanue nació en Arica, que a la sazón era el puerto de la provincia de Arequipa. Su padre, don Antonio Unanue y Montalivet, era originario de Vizcaya y se dedicaba al comercio de cabotaje; su madre, doña Manuela Pavón y Salgado, pertenecía a una conocida familia ariqueña. Ambos fallecieron y quedó huérfano a corta edad, haciéndose cargo del niño el doctor Osorio, pariente materno, quien siendo natural de Tacna servía el curato de Arica. Quizá debido a esta temprana influencia, en un principio se pensó que Hipólito podría dedicarse al sacerdocio. Así, siendo aún adolescente fue trasladado a la ciudad de Arequipa, donde ingresó al Colegio Seminario de San Jerónimo y cursó estudios de Gramática, Filosofía y Artes. Otros cursos que tuvo que tomar, según puntualizó él mismo en su Guía Política, Eclesiástica y Militar, fueron Teología, Latinidad y Disciplina y Cómputo Eclesiástico; sin duda, en preparación para abrazar la carrera religiosa.

Sobre su vida académica e intelectual en Lima

Entre 1777 y 1780, el joven Unanue se trasladaría a Lima, donde lo recibió su tío materno, fray Pedro Pavón, quien era clérigo regular del Oratorio San Felipe Neri y había regentado entre 1760 y 1766 la cátedra de Anatomía de la Universidad Mayor de San Marcos, e influiría en que su sobrino se decantara por la medicina. Según José de la Riva Agüero y Osma, el padre Pavón, observando que “… su sobrino, a pesar de sus virtudes, no abrigaba verdadera vocación sacerdotal, lo dedicó a seguir la profesión de médico…”

Siendo la situación económica de Unanue modesta, debió aceptar el empleo de preceptor de don Agustín de Landáburu y Belzunce, hijo del acaudalado conde de Casa-Dávalos, en cuya casa se reunía lo más granado de la sociedad limeña, entrando así el joven Unanue en contacto con las grandes familias y la élite ilustrada de la capital. Al ingresar a este círculo social pronto sería invitado a participar en las connotadas tertulias que se llevaban a cabo en la casa de don José María de Egaña, reuniones que derivaron en la fundación de la Sociedad de Amantes del País (1787) y de su vocero, El Mercurio Peruano (1791).

Unanue será uno de los más activos colaboradores de dicha revista, firmando sus artículos con el seudónimo de Aristo y, al mismo tiempo, se desempeñará entre 1790 y 1795 como secretario de la Sociedad de Amantes del País, dando así rienda suelta a su vertiente intelectual. De sus publicaciones en El Mercurio Peruano destacan dos: su artículo sobre la “Idea general de los monumentos del Antiguo Perú e introducción a su estudio”, donde siguiendo la línea trazada por los viajeros del siglo XVIII emula los complejos arqueológicos existentes en el territorio peruano; y, en segundo lugar, su famoso tratado Disertación sobre el aspecto, cultivo, comercio y virtudes de la famosa planta del Perú nombrada coca, cuya descripción botánica toma del viajero Hipólito Ruiz. Adicionalmente, entre 1793 y 1795 publicó las Guías del virreinato del Perú, una especie de almanaques anuales que proporcionaban datos sobre política, estado eclesiástico, militar y de higiene y salud en el territorio peruano. En sus propias palabras, con esta última publicación, realizada a pedido del virrey, se trataba de ofrecer un breve recuento “… de las ciudades, los pueblos, el número y diversas castas de los moradores del Perú; los productos de los tres reinos […] relativo a la subsistencia y comercio en cada partido, el comercio del virreinato […] los gastos y entradas de la Real Hacienda en todos sus ramos […] y, en fin, cuanto puede servir para dar una completa pero sucinta idea del Perú.” Así, la Guía de 1793 ofrece, por ejemplo, una cronología de los virreyes del Perú, un catálogo de los títulos de Castilla del Virreinato peruano, los colegios reales de Lima, los regimientos y sus dotaciones, el número de minas de plata paradas y en labor, entre muchos otros temas.

Con relación a su carrera académica, Unanue obtuvo en 1783 el grado de Bachiller en Medicina, luego de que rindiera exámenes calificados de brillantes. En 1786 —tres años después—, a los treinta y un años de edad, obtuvo los grados de licenciatura, médico y doctor. La respectiva ceremonia de graduación se llevó a cabo el 23 de diciembre de 1786 en la capilla de la Universidad Mayor de San Marcos. No obstante, Uriel García Cáceres hace notar que no se conocen los títulos de las tesis de licenciatura y doctorado sustentadas por Unanue, y que Valdizán atribuye esta anomalía al saqueo perpetrado por las tropas chilenas durante la ocupación de Lima.

La trayectoria profesional de Unanue seguirá en ascenso y así, el 25 de junio de 1788 será nombrado médico interno de la enfermería del convento de San Francisco. Ese mismo año se presenta al concurso de oposiciones y logra obtener la codiciada cátedra de Anatomía, teniendo como opositor al doctor Miguel Tafur, con quien siempre cultivó una sincera amistad. El 1 de febrero de 1789, el doctor Unanue asumió oficialmente la regencia de la cátedra de Anatomía y desde ese momento tendrá como meta fundar un anfiteatro anatómico.

Las ciencias médicas y el favor de los virreyes

Es durante el Gobierno del virrey Teodoro de la Croix que Unanue comenzará a plantear su proyecto sobre la edificación de un anfiteatro anatómico, contando para ello con el aval del mencionado virrey. No obstante, el anfiteatro se inaugurará durante el Gobierno del virrey Francisco Gil de Taboada y Lemos, el 21 de noviembre de 1792. En la oración inaugural, Unanue hará mención de la postergación en que había estado la ciencia médica, señalando: ‘¡Desgraciado Perú! Éste ha sido tu suerte. Abismado en una total ignorancia de la Anatomía, faltaron en las provincias médicos inteligentes, y las enfermedades internas menoscabaron una parte de sus moradores. Faltaron cirujanos expertos y las externas consumieron las otras […]. Tú, saludable Anatomía, tú serás la que guiando el cuchillo y la tenaza, le conservarás la vida […]. Dichosa época, en que principia la restauración del Perú. De acuerdo a Basadre, a Unanue lo inspiraba una educación médica con proyecciones sociales y nacionales, orientada a tener hombres sanos, libres de endemias y epidemias; el objetivo era buscar la salud del pueblo, “posponiendo a ella todas las inclinaciones y las utilidades propias.”

Uriel García indica que Unanue nunca logró el reconocimiento oficial del Anfiteatro como colegio, y que tampoco se tiene conocimiento del plan de estudios que implementó, ni de la cantidad de profesores que ahí trabajaron y los nombres de los mismos. Sin embargo, en la Guía política, Eclesiástica y Militar del Virreinato del Perú, correspondiente a 1796, que Unanue editó por encargo del virrey Gil de Taboada, incluyó al Anfiteatro entre los colegios de educación superior que existían en Lima, junto al Convictorio de San Carlos y a El Príncipe.

La cercanía que existió entre Unanue y el virrey Gil de Taboada también queda plasmada en el hecho de que el virrey le encomendó la importante tarea de escribir, bajo su supervisión, las Memorias de su Gobierno. Se entiende entonces que se hayan identificado temas que aparecen en las mencionadas Memorias y que eran de interés para Unanue, como la mortalidad infantil, las epidemias en el Perú, las reformas en salubridad, el cuadro de la población del Virreinato, entre otros. Al dejar el cargo Gil de Taboada, en 1796, recomendó los servicios de Unanue a su sucesor. Para ese momento, la reputación del médico peruano había trascendido al ambiente limeño y su obra era ponderada por científicos extranjeros como el botánico Haencke, el mineralogista barón de Northenflicht, los sabios españoles Ruiz y Pavón, quienes inclusive le dedicaron una nueva planta descubierta por ellos, la Unanea febrífuga.

En 1798, durante el Gobierno del virrey de origen irlandés don Ambrosio O’Higgins, Hipólito Unanue fue nombrado médico de la Congregación San Felipe Neri, en reemplazo del doctor Cosme Bueno, quien había fallecido. Adicionalmente ocupará el cargo de cosmógrafo mayor del Reino. Desde 1802 toma contacto con el descubrimiento de la vacuna antivariólica de Jenner y la implantará con relativo éxito en el Perú. Cuando el médico catalán José Salvany, director de la Real Expedición de la Vacuna, incorporó a su equipo al doctor Marcos Unanue dará el discurso de honor. Sin embargo, a partir de su promoción, en 1803 será comisionado para inspeccionar una epidemia que se había desatado en Chilca.

Luego, no tendrá mayores logros hasta la entrada del virrey don Fernando de Abascal y Souza, en 1806. Precisamente ese año publicó su obra central, Observaciones sobre el clima de Lima y sus influencias en los seres organizados en especial el hombre, resultado de una larga y acuciosa investigación. El trabajo sería muy bien acogido y ampliamente elogiado, incluso por Alejandro de Humboldt. Riva Agüero y Osma se referirá a él como ‘… la brillante flor de la escuela enciclopedista limeña […],’ una especie de poema sobre el clima; y la obra recibirá merecidas alabanzas, siendo su autor, a raíz de esta publicación, incorporado a las Academias de Madrid, Filadelfia, Baviera y Nueva York. Para ese momento, Unanue contaba con cincuenta y un años. En la sección III del mencionado tratado toca, por ejemplo, la influencia del clima en las enfermedades, refiriéndose a las del cuerpo y a las del ánimo. Mientras que en la sección IV aborda los medios de curar las enfermedades del clima y el poder del arte médico en la curación de las enfermedades. Dedicó esta importante obra a su mentor, el doctor Gabriel Moreno.

El 16 de noviembre de 1807, el virrey Abascal nombró a Unanue protomédico interino del Reino; se considera que dicho empleo era el máximo galardón profesional al que un médico podía acceder. De inmediato, el 29 de noviembre, el flamante protomédico presentó al virrey un memorial en el que le solicitaba se diera curso al establecimiento del Colegio Médico, como ya venían funcionando en Madrid, Barcelona y Cádiz. El 8 de junio se inició la construcción del edificio, con el apoyo económico del Cabildo de Lima y el Tribunal de Minería; y se terminó en 1811.

Unanue y la independencia del Perú

Si bien se ha sugerido que Hipólito Unanue participó de la denominada ‘conspiración de los Fernandinos’ –así llamada porque se asume que eran médicos de San Fernando los que estaban involucrados en la misma–, lo cierto es que no hay pruebas que indiquen que dicha conspiración realmente existió, por un lado, y menos que Unanue tomara parte en este tipo de intrigas políticas, por otro. Lo cierto es que ‘parece contar con relevancia,’ como lo ha denominado Vicuña Mackenna, no pasó de ser la reunión de algunos miembros del gremio médico, que tenían como propósito poder discutir, en un lugar donde todos confluyeran, las noticias de España y América sobre el vacío de poder dejado por la captura de Fernando VII. Además, no hay que olvidar la cercanía que existía entre Unanue y el virrey Abascal; no habría sido aconsejable ni estratégico provocar un enfrentamiento.

Sin embargo, un año después, en 1812, Unanue apoyará la implementación de la Constitución de Cádiz, que fue sistemáticamente retrasada por Abascal hasta que no le quedó otra alternativa que aplicarla, porque si no, iba a estallar una protesta generalizada, como el mismo virrey admitió en sus Memorias. Da la impresión de que Unanue albergaba esperanzas sobre los logros que podía alcanzar la nueva Constitución, que, en su opinión, ‘nos has restituido nuestros fueros’; es decir, le había otorgado representatividad a las antiguas colonias, que ahora eran parte integrante de la monarquía española. Cree que este nuevo modelo puede mantener ‘unidas a las familias del Perú con las de España.’ Todavía no se proclama abiertamente por la independencia, pero sí por un cambio en las relaciones entre la Corona española con sus territorios americanos. De allí que Basadre lo califique de reformista, por todavía creer en la posibilidad de un régimen de convivencia entre peruanos y españoles.

Precisamente, Hipólito Unanue será elegido el 4 de octubre de 1813 como diputado para representar a Arequipa en las Cortes de Cádiz. Pero su viaje se retrasa, tanto así que desembarca en el puerto gaditano a fines de julio de 1814, cuando Fernando VII ha retornado al trono español y lo primero que ha hecho es abolir la Constitución liberal. Unanue aprovecha que se encuentra en tierra española para llevar adelante algunos trámites que traía en cartera, para lo cual solicita una entrevista nada menos que con el monarca español, quien se la concede.

Aunque se ha argumentado que la principal razón para prolongar su estadía en Madrid fue desembargar los bienes de su discípulo Landáburu, que habían sido confiscados por haber sido este declarado traidor a la Corona y simpatizante con el partido de José Bonaparte en 1808, lo cierto es que no hay que desestimar el hecho de que en su entrevista con el rey obtuvo la Real Cédula aprobatoria para la creación del Colegio de Medicina de San Fernando, uno de sus grandes anhelos. En este sentido, hay que admitir que cuando Unanue buscó acercarse al virrey de turno (De la Croix, Gil de Taboada, Abascal), y en este caso concreto a Fernando VII, siempre estuvieron de por medio sus demandas en beneficio del avance de las ciencias médicas en el Perú; nunca postergó este propósito. Es por ello que entonces el impacto del memorial que elevó al rey en 1815, explicando que ‘… el deslucimiento y triste situación de los indios y vecinos de los pueblos se halla sin más remedio,’ y la escasez de hospitales y falta de buenos profesores que asisten a la enseñanza del Perú, medicina era inminente. A su regreso al Perú se retira a Arona, la hacienda que ha heredado de su discípulo Landáburu, ubicada en el valle de Cañete.

Ministro de Hacienda de San Martín y de Relaciones Exteriores de Bolívar

Cuando el general José de San Martín llega al Perú, en 1820, Unanue ya era toda una celebridad, aunque alejado de la vida pública. No obstante, el virrey Joaquín de la Pezuela le va a pedir que forme parte de la comisión diplomática que se iba a entrevistar con los patriotas en Miraflores, y luego será el virrey José de La Serna quien lo convoque para que participe en las conferencias de Punchauca. El cambio de virreyes se había producido el 29 de enero de 1821. Es decir, al momento de ingresar San Martín a Lima, el 10 de julio, Unanue aún era un hombre de confianza de los virreyes.

El primer contacto entre San Martín y Unanue parece haberse dado cuando este último es invitado a integrar la comisión organizadora del acto de jura de la Independencia, que tiene lugar en la plaza Mayor de Lima el 28 de julio. Cuando el 3 de agosto, el Protector del Perú designa su primer gabinete, coloca al doctor Hipólito Unanue a cargo del despacho de Hacienda. Vale recordar que a pesar de su formación médica, el tema de economía y finanzas no le resultaba extraño a Unanue, en la medida en que cuando preparó la Memoria de gobierno del virrey Gil de Taboada, en la tercera parte, capítulo primero de la misma, trató sobre el sistema de la Real Hacienda del Reino del Perú, donde se refirió a las Cajas Reales, ramo de tributos, reales aduanas, impuestos como las alcabalas y los almojarifazgos, renta del tabaco, Real Casa de Moneda, entre otros apartados de índole económico.

Como parte de su gestión como ministro de Hacienda de San Martín, estableció la moralidad en la administración de su ramo, mandó cerrar y balancear todas las cuentas del Gobierno real, dispuso se abriesen otras nuevas y, poniéndose de acuerdo con el Consulado y la Aduana, dictó el primer Reglamento de Comercio del Gobierno independiente, promulgado el 28 de setiembre de 1821. Su política económica se basó en algunos principios liberales para hacer prosperar el comercio, como la abolición de las aduanas del interior, la introducción de franquicias completas en la bodega de puerto para buques, la libertad absoluta de importación de maquinarias, instrumentos científicos y de labranza, además de libros e imprentas, y el facilitar el otorgamiento de licencias a los buques extranjeros para hacer comercio de cabotaje.

Adicionalmente, Unanue informó al Congreso, en diciembre de 1822, que los ingresos del Perú en los últimos seis meses habían sido de 735,000 pesos, mientras los gastos habían ascendido a 1,200,000 pesos y, de este monto, el 80 % se había empleado en gastos militares. De allí que de inmediato su cartera tomara medidas para reactivar dos importantes fuentes de ingresos: las aduanas y la minería. Para enfrentar la crisis financiera también anunció la creación del Banco Auxiliar de Papel Moneda, cuyo propósito era emitir papel moneda con la finalidad de hacer frente a la amenaza de un inminente colapso económico. Su gestión contó con el reconocimiento de San Martín, quien señaló: ‘… el viejo honradísimo y virtuosísimo Unanue, es uno de los consuelos que he tenido en el tiempo de mi incómoda administración.’ Para ese entonces, el galeno peruano contaba con sesenta y siete años de edad.

Cuando Bolívar hace su ingreso al Perú, el 1 de setiembre de 1823, acompañado de los diputados Joaquín de Olmedo y Faustino Sánchez Carrión, Unanue se acerca a conocer al Libertador. Debió impresionar a Bolívar, ya que al formar su gabinete le solicitará que, una vez más, se haga cargo del Ministerio de Hacienda e Instrucción, reconociendo en el prestigioso médico peruano no solo su capacidad intelectual, sino también su vocación de servicio. En esta oportunidad, Unanue trabajará arduamente para el fomento de las escuelas primarias y la implantación del sistema lancasteriano, que ya había dado sus primeros pasos durante el Protectorado.

Sobre esta segunda gestión ministerial, Unanue expresó: ‘Tuve la felicidad de poder vencer las dificultades de la situación, de pagar el ejército y los buques que sitiaban la plaza del Callao, las listas civil y eclesiástica y de restablecer las comunicaciones y atender con la mayor exactitud posible a todos los servicios, mientras se obligaba a capitular las fuerzas de la fortaleza del Callao.’ Paralelamente desarrolló una importante obra administrativa reflejada en numerosos reglamentos y decretos.

Su cercanía con Bolívar no fue solo como ministro de Estado, sino también como médico. Así, el 1 de setiembre de 1823, cuando al Libertador lo atacó un estado febril delirante, Unanue, junto al doctor Valdez, marchó a Pativilca a ofrecerle una pronta atención médica. Mosquera ha calificado el mal que aquejó a Bolívar como verdadrillo, mientras que Guevara ha señalado que al cuadro se sumó una manifestación hepatobiliar.

Con la muerte de José Faustino Sánchez Carrión, Unanue ocupó temporalmente la cartera de Relaciones Exteriores. Durante su gestión se concretará el Congreso Anfictiónico, sobre el cual comentará: ‘Creo que cuando menos, nuestros diputados y los de Colombia estén reunidos en Panamá. Este magnífico proyecto ha de hacer una fuerte impresión a la España.’ En otro acápite informa que con fecha de 18 de marzo se avisa de Londres que han llegado cartas de Lima anunciando la victoria de Ayacucho. También le inquieta la anarquía que se vive en Chile y la presencia de los portugueses en Mojos y Chiquitos. En otra misiva tendrá palabras fuertes contra el federalismo: ‘De lo contrario, a la guerra de la independencia seguirá la del federalismo haciéndose sobrar cada provincia: cáncer que de Buenos Aires ha pasado a Chile y de una y otra parte vendrá al Perú.’ Se referiría también a la necesidad de capturar el archipiélago de Chiloé, al que considera ‘la llave del mar del Sur.’ A la partida de Bolívar en setiembre de 1826, a tres años de haber llegado el Libertador al Perú, Unanue desempeñó momentáneamente la Presidencia de la República. Luego de este alto cargo, decide retirarse a su hacienda Arona a descansar al lado de su familia. Contaba entonces con setenta y un años.

Hipólito Unanue se había casado en 1799, a los cuarenta y cinco años de edad, con doña Manuela de la Cuba, natural de Lima, quien falleció en 1805 sin dejar descendencia. Su segunda esposa fue doña Josefa de la Cuba, sobrina de doña Manuela, quien lo acompañó hasta el final de su vida y le dio cinco hijos. Ellos fueron doña Josefa Unanue, casada con don Francisco de Mata Linares; doña Francisca, casada con don Pedro Paz Soldán; don Germán y don José, ambos solteros; y doña Rosa, casada con don Eugenio Larrabure.

Al colindar la hacienda Arona con la hacienda Montalván, perteneciente al general chileno expatriado en el Perú don Bernardo O’Higgins, se creó un flujo de confianza y amistad entre ambos personajes, quienes habían compartido experiencias similares al participar de manera destacada del proceso de independencia y transición a la República. Hipólito Unanue fallecerá en Lima el 15 de julio de 1833, siendo sepultado modestamente, según sus propias instrucciones, en el Cementerio General de Lima, que había mandado a construir el virrey Abascal a instancias del propio Unanue.

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