José Faustino Sánchez Carrión nació en Huamachuco, provincia ubicada en la sierra norte del Perú, perteneciente al departamento de La Libertad. Fue el quinto y penúltimo hijo del matrimonio conformado por don Agustín Sánchez Carrión y doña Teresa Rodríguez Ledesma. De los seis hijos del matrimonio solo sobrevivirían dos: José Faustino y su hermana Fermina. La madre, doña Teresa, falleció cuando José Faustino tenía escasamente siete años. A los quince, José Faustino fue enviado a estudiar al Real Seminario de San Carlos y San Marcelo, en Trujillo, pero su preparación para el sacerdocio solo duraría dos años, ya que en 1804 se trasladará al Convictorio de San Carlos, en Lima. Es allí donde comenzará su formación bajo la orientación del director del plantel, don Toribio Rodríguez de Mendoza, quien más adelante llegaría a presidir el primer Congreso Constituyente del Perú.
Sánchez Carrión, el Convictorio de San Carlos y las Cortes de Cádiz
El Convictorio de San Carlos sería denominado “semillero de principios revolucionarios” por las ideas liberales que en ese recinto se impartían. Durante la coyuntura de las Cortes de Cádiz, el virrey Fernando de Abascal y Sosa trató de reprimir no solo cualquier insurrección que surgiera en los territorios vecinos al Virreinato peruano, sino que también controló celosamente la actividad política de la capital. Un incidente que alarmó al virrey fue durante la convocatoria a elecciones municipales, el carolino Sánchez Carrión, a pesar de no contar con la edad precisa, trató de votar, produciéndose un sonado altercado. Varios destacados estudiantes vinculados al Convictorio de San Carlos —como Vicente Morales Duárez, Ramón Feliú y Joaquín de Olmedo, entre otros— se desempeñaron como diputados peruanos en las Cortes de Cádiz, evidenciando la sólida formación con la que contaban y su claro nivel de politización.
A consecuencia de estos desórdenes, en diciembre de 1812 el virrey solicitó a un grupo de personalidades que opinaran sobre la necesidad de sancionar a los implicados, que Abascal consideraba subversivos, y dentro de la lista de sindicados apareció el estudiante carolino don N. Carrión. En ese momento, Sánchez Carrión contaba ya con veinticinco años y al año siguiente, el 6 de noviembre, se le otorgará el grado de Bachiller en Derecho Canónico. El 29 de julio de 1818 será aprobado en su examen de Jurisprudencia Civil y Canónica, y el 9 de octubre incorporado al Colegio de Abogados de Lima, teórica y práctica, siendo el 9 de octubre incorporado al Colegio de Abogados de Lima. Su retraso en graduarse se debió a que se había dedicado a la enseñanza de la Filosofía y las Matemáticas, precisamente en el Convictorio de San Carlos, sin remuneración alguna, adonde seguía impartiendo clases hasta 1819.
También en 1819 contraerá matrimonio con doña Josefa Dueñas, de quien enviudó al poco tiempo, uniéndose en segundas nupcias con su cuñada, doña Mercedes Dueñas. Con su primera esposa tuvo una hija, y con su segunda cónyuge tuvo un hijo y tres hijas, la menor de las cuales, María Matea, nació cuando Sánchez Carrión ya había fallecido.
El Protectorado de San Martín y los debates con el ministro Monteagudo
Cuando don José de San Martín llegó al Perú, Sánchez Carrión se encontraba en Huamachuco atendiendo problemas de salud de su padre, que moriría en junio de 1821. José Faustino recién regresará a Lima a fines de dicho año, en momentos en que en la capital se encontraba bastante agitado y se planteaban críticas al Protectorado de San Martín y a la gestión de su ministro Bernardo Monteagudo. En estas circunstancias, Sánchez Carrión se reafirmará en su posición a favor de la república, contraponiéndose al proyecto de monarquía constitucional que trataban de implementar el protector del Perú y su ministro tucumano, con el cual pretendían traer a un príncipe europeo. Tampoco convence a Sánchez Carrión el argumento de que la monarquía constitucional sería temporal hasta que el Perú haya ganado la madurez política suficiente que le permita optar por la república. Es célebre su disertación ‘Sobre la inadaptabilidad del gobierno monárquico al estado libre del Perú’, y su famosa pregunta sobre ‘¿Qué seríamos a la presencia de un monarca? Seríamos excelentes vasallos y nunca ciudadanos; tendríamos aspiraciones serviles’. Al mismo tiempo señalará: ‘[…] quisiera que el Gobierno del Perú fuese una misma cosa que la sociedad peruana, así como un vaso esférico es lo mismo que un vaso con figura esférica. En efecto, distinguir el Gobierno de la sociedad es distinguir una cosa de ella misma […]. Luego establecer el gobierno del Perú es fijar la salvaguardia de nuestros derechos, es constituir la sociedad peruana.’ En sus publicaciones periodísticas, Sánchez Carrión comenzó a utilizar el seudónimo de el Solitario de Sayán, aludiendo de esta manera a sus orígenes provincianos.
«Hubo dos periódicos que se involucraron en la intensa campaña antimonárquica que se desató en los medios: El Tribuno de la República Peruana y La Abeja Republicana. El primero, que tuvo corta vida, cumplió con el objetivo de informar sobre los acuerdos tomados en el Congreso, teniendo como director a Sánchez Carrión. No obstante, fue La Abeja Republicana el que se convirtió en tribuna de discusión y medio de difusión de los planteamientos políticos de Sánchez Carrión y sus colegas redactores favorables a la república. La Abeja Republicana estuvo orientada principalmente hacia un periodismo de carácter político e ideológico. Así, algunos de los puntos de coincidencia entre su plana de redactores eran el de atacar el sistema impuesto por Monteagudo, poner en evidencia los aspectos negativos del Protectorado y, sobre todo, promover la república como la forma de gobierno más idónea para el Perú. Sobre este último tema, el periódico en cuestión expresó rotundamente: ‘Nos hemos decidido por el gobierno republicano representativo […]. Creemos que este es el gobierno puede hacer libre y feliz al Perú y que está en él conforme a la voluntad general’. Además, formuló críticas al plan de Protectorado, a su déficit, su planteo no solo en el régimen peninsular, sino en la tradición Borbónica de la monarquía constitucional que impulsaban San Martín y su ministro Monteagudo.
Adicionalmente, a Sánchez Carrión le preocupaba que el Perú se convirtiera en una isla gobernada por un sistema monárquico y rodeada de países que habían adoptado como modelo la república. Temía que el Perú quedara aislado del contexto. Así lo expresa cuando señala: ‘¿Podrá agradar esta conducta a los demás estados independientes? Colombia se ha constituido en república, Chile y Buenos Aires están al consolidarse bajo igual sistema. La causa de nuestra separación de España es una en todas las secciones del continente, nuestros intereses públicos los mismos, pues nuestra concordia y fraternidad no deben exponerse por sola la imprudencia de establecernos en manera opuesta.’ Sus argumentos llegarían a calar en la población limeña, que paulatinamente iría retirando su apoyo al Protectorado y, sobre todo, al proyecto de la monarquía constitucional, que era la propuesta sanmartiniana. Luego de un año de declarada la independencia del Perú, las expectativas iniciales alrededor de la gestión del general San Martín se habían deteriorado ostensiblemente, como ponen de manifiesto los viajeros que por esa época visitaron Lima.
Fue después de la polémica entrevista de Guayaquil, celebrada el 26 y 27 de julio de 1822 entre el protector del Perú y el Libertador Simón Bolívar, que San Martín retornará a Lima, renunciará al Protectorado y convocará a elecciones. Antes de abandonar el Perú envía una nota al flamante Congreso Constituyente en la cual expresaba: “He cumplido la promesa sagrada que le hice al Perú: he visto reunidos a sus representantes. La fuerza enemiga ya no amenaza la independencia de unos pueblos que querían ser libres y que tienen medios para serlo. Un ejército numeroso bajo la dirección de jefes aguerridos está dispuesto a marchar dentro de pocos días a terminar para siempre la guerra.»
Casi un año más tarde, en junio de 1823, el Congreso extendió por tercera vez una invitación a Simón Bolívar para que viniera al Perú a concluir el proceso de independencia. Para darle mayor peso a la invitación se comisionó a dos integrantes del cuerpo legislativo: el guayaquileño don Joaquín de Olmedo y el huamachuquino José Faustino Sánchez Carrión, quienes debían trasladarse a Quito y escoltar hasta Lima al Libertador. No obstante, debido a asuntos internos, Sánchez Carrión no pudo acompañar a Olmedo a presencia de Bolívar, aunque se unió a ellos más adelante. Debido a este incidente se difundió una carta del Libertador donde afirma que: «Sin V.E., el Perú se pierde mientras un cuñado Canterac fuera derrotado: Sin V.E. no hay centro en la máquina peruana; enemigos podremos derrotarlos. Con esta idea, y sólo un poder como el del General Bolívar puede encontrarlos.» Con esta determinación, el Congreso ratificó el voto de obediencia y lealtad con el líder venezolano.
Sánchez Carrión: su gestión como ministro general de Negocios de Bolívar
Recién el 2 de agosto llegó el permiso del Congreso de la Gran Colombia que autorizaba a Bolívar a trasladarse al Perú, quien embarcó cinco días después desde Guayaquil a bordo del bergantín de guerra Chimborazo, en compañía de Olmedo y Sánchez Carrión. Los veintidós días de travesía sirvieron para que el Libertador pudiera hablar y conocer mejor a los diputados peruanos y establecer, sobre todo con el segundo de ellos, una sólida relación y empatía política que daría sus frutos durante el gobierno bolivariano en el Perú. El primer nombramiento que hará Bolívar en Sánchez Carrión sería el de ministro general de Negocios. De acuerdo a la descripción de L.A. Eguiguren, José Faustino «… estaba desprovisto de títulos artificiales. No era marqués como Torre Tagle o aristócrata de nobleza como Berindoaga, ni pertenecía al grupo de los encumbrados por las circunstancias artificiales que suspiraban como Riva Agüero, porque el Perú fuese gobernado por un Rey. Sánchez Carrión sólo tenía el mérito de amar a su patria y un gran sentido de la responsabilidad, como fundador de la nacionalidad.» Para ese momento, Sánchez Carrión contaba con treinta y siete años.
Como ministro de Estado le correspondió a Sánchez Carrión seguir a Bolívar en la campaña militar que se llevó a cabo para asegurar la independencia del Perú. En los desplazamientos a Caraz, Huaraz, Huánuco, en la sierra central, la colaboración de Sánchez Carrión fue eficaz, pues era una persona que conocía el territorio y tenía contactos personales y familiares en la zona. No en vano, Bolívar eligió Huamachuco, probablemente persuadido por Sánchez Carrión –que era nativo del lugar–, como su base de operaciones, decisión que justificaba porque ‘Huamachuco es un punto más central para que sirva de lugar de asamblea y de cuartel general […] reúne todo, pastos, clima, víveres, llanuras y también quebradas […] la caballería del Perú que está en Trujillo, puede llegar en seis días a Huamachuco […] de Santa pueden llegar nuestros Húsares en diez días y de Otuzco en cuatro…’. Donde se dirigía el Libertador, allí trasladaba su despacho el ministro general de Negocios. Basadre considera que esta tarea de viajar constantemente por caminos agrestes y en condiciones difíciles eventualmente influyó en mermar su salud.
No obstante, su gestión administrativa fue prolífera, demostrando su preocupación por impulsar el desarrollo de la ciudad de Trujillo, donde instaló una corte de Justicia, estableció una universidad, además de fundar varias escuelas. Adicionalmente, declaró a los indios propietarios de las tierras que poseían y como ministro general dio instrucciones a los prefectos e intendentes para que, además de sus funciones, realizaran estudios geográficos y estadísticos de sus circunscripciones. También promulgó disposiciones sobre la administración de los hospitales, la organización del servicio de correos e incrementó las escuelas gratuitas de primeras letras, fomentando además la educación superior.
Sánchez Carrión y el Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú
Luego del triunfo de la batalla de Junín, el 28 de octubre de 1824, Bolívar lo designó ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, adjudicándole el cargo de ministro de Guerra al coronel venezolano Tomás Heres y el ministerio de Hacienda al prestigioso médico Hipólito Unanue. El Libertador tenía en la más alta estima a ambos ilustrados peruanos. Como señaló claramente en una carta que remitió al vicepresidente de la Gran Colombia, Francisco de Paula Santander, ‘… estos sujetos son los más estimables que tiene el Perú y a la verdad dignos de gran respeto y consideración, cada uno en su género tiene mucho mérito […]. El señor Carrión tiene talento, probidad y un patriotismo sin límite. Las mismas cualidades tiene el señor Unanue y, además, conocimientos naturales que ningún otro posee en el Perú.’ No en vano, a ambos los hizo ministros de Estado. Estos elogios vertidos sobre Sánchez Carrión y Unanue desmienten la afirmación de que Bolívar despreciaba a los peruanos. Es probable que, en efecto, sintiera reparos frente a las dubitaciones y ambivalencia política de la nobleza limeña, cuyos representantes –como Riva Agüero y Torre Tagle– le merecían desconfianza por su falta de claridad y toma de decisiones no siempre acertadas. Pero por otro lado, el Libertador demostró abierta admiración por los intelectuales peruanos de los que se rodeó, dejando testimonio de su afecto, incluso por escrito.
En su cargo como ministro de Relaciones Exteriores, Sánchez Carrión también tuvo una activa actuación. Dos días antes del triunfo de Ayacucho, Bolívar decidió convocar al Congreso Anfictiónico de Panamá, y Sánchez Carrión, desde el ministerio que dirigía, trabajó de manera intensa en la preparación de esta reunión, que mediría los alcances de la solidaridad americana. De esta manera, Bolívar hacía realidad su sueño integracionista. El sitio de la reunión, Panamá, fue escogido por su situación intermedia entre las Américas del Norte y del Sur y por el antecedente de la liga anfictiónica de ciudades griegas que acostumbraban a reunirse en el Istmo de Corinto, demostrando la inclinación de Bolívar por la literatura clásica. En sus propias palabras, ‘… si el mundo hubiese de elegir su capital, el Istmo de Panamá sería señalado para este designio, colocado, como está, en el centro del globo, viendo por una parte el Asia, y por el otro el África y la Europa. El Istmo de Panamá será el sitio señalado por el Gobierno de Colombia, para este fin en los tratados existentes.’
Así, el 7 de diciembre de 1824 salía la circular enviada por el Libertador a los Gobiernos de Colombia, México, América Central, las Provincias Unidas del Río de la Plata, Chile y el Brasil. La idea de juntar a representantes de todos estos países era ‘… obtener el sistema de garantías que, en paz y guerra, fuera el escudo de un nuevo destino, por ser y a tiempo de que los intereses y relaciones se extienden entre sí a las repúblicas americanas, entones colonias españolas, tengan una base fundamental que eternice, si es posible, duración de estos gobiernos.’ No obstante, Sánchez Carrión no vería los frutos de esta gestión.
Luego de la victoria de Ayacucho correspondió a Sánchez Carrión, en calidad de ministro de Relaciones Exteriores, llevar oficialmente al Gobierno de Colombia la noticia de tan importante triunfo militar. Uno de los párrafos de su comunicación decía: ‘Los bravos de Colombia han concluido en menos de cinco meses la guerra de este país y sellado con su preciosa sangre la libertad del antiguo imperio de los Incas.’ Se considera que si bien el artífice militar de Ayacucho fue el general Antonio José de Sucre, que por su actuación recibió el grado de gran mariscal de Ayacucho, el apoyo logístico que dio sustento a la campaña corrió a cargo de Sánchez Carrión.
Más adelante, cuando Bolívar tuvo que marchar al Cuzco, en 1825, dejó a Sánchez Carrión como vicepresidente del Consejo de Gobierno. Sin embargo, debido a su quebrantada salud, este casi no pudo ejercer el cargo. Tuvo que retirarse a descansar a Lurín, donde falleció el 2 de junio de 1825, con solo treinta y ocho años de edad. Su muerte repentina trajo conjeturas y se habló, inclusive, de un posible envenenamiento. Para disipar dudas, Hipólito Unanue mandó al cirujano Cayetano Heredia para que le practicara una autopsia. Luego del examen médico se estipuló que la causa de la muerte había sido un aneurisma en el hígado, con lo cual se descartó la tesis del envenenamiento.
Bolívar, en gratitud por el desempeño y compromiso de Sánchez Carrión, le cedió la huerta conocida como La Menacho, en el valle de Ate, que había pertenecido a un peninsular emigrado. Asimismo, le dio una casa en Lima, en la calle Nuñez, y una barraca en el Callao. Por otro lado, al crear la Corte Suprema y habiendo sido Sánchez Carrión uno de los propulsores de este proyecto, cuyo objetivo era garantizar una más eficiente administración de justicia en el país, Bolívar tuvo a bien otorgarle a su ministro de confianza un sitial como magistrado; era el propósito del Libertador buscar profesionales de calidad para los puestos de la administración judicial.
John Lynch nos resume algunas cualidades y logros que destacaron en la gestión de Sánchez Carrión. A su entender, Bolívar puso los asuntos civiles en manos de un solo ministro, José Faustino Sánchez Carrión, ‘… un hombre con capacidad y renovación patriota, que colaboró estrechamente con Bolívar y fue el responsable de la renovación y creación de las instituciones civiles, las políticas sociales y la administración de justicia en los territorios liberados.