La pregunta de por qué algunas naciones son prósperas mientras otras permanecen atrapadas en la pobreza ha intrigado a economistas, historiadores y politólogos durante siglos. En su influyente obra Por qué fracasan los países, los académicos Daron Acemoglu y James Robinson abordan esta cuestión con una tesis clara y audaz: la clave del éxito o fracaso de las naciones no radica en su geografía o cultura, sino en sus instituciones políticas y económicas.
Este enfoque innovador ha llevado a que Acemoglu y Robinson sean reconocidos recientemente con el Premio Nobel de Economía, en reconocimiento a sus investigaciones sobre el impacto de las instituciones en la riqueza y desarrollo de los países.
Su análisis ofrece una visión profunda sobre cómo las sociedades pueden transformarse a través de sus estructuras institucionales, y cómo estas determinan el bienestar de sus ciudadanos.
Para Acemoglu y Robinson, el destino económico de una nación está estrechamente vinculado a la naturaleza de sus instituciones. Las instituciones inclusivas, que permiten la participación amplia en los procesos económicos y políticos, protegen los derechos de propiedad y promueven la educación y la innovación. En contraste, las instituciones extractivas, que concentran el poder en manos de una élite, limitan las oportunidades para el resto de la población, reprimiendo la innovación y perpetuando la pobreza.
Un ejemplo clásico de instituciones inclusivas es Estados Unidos, donde, a lo largo de su historia, se ha permitido la participación política y económica de una parte amplia de la población. Este sistema ha facilitado el crecimiento continuo desde la Revolución Industrial. En el otro extremo del espectro, países como Corea del Norte, con un sistema autoritario y cerrado, ilustran el impacto negativo de las instituciones extractivas.
Los autores también cuestionan las teorías que atribuyen el éxito económico de las naciones a su geografía o cultura. Aunque factores geográficos pueden ofrecer ventajas, como climas favorables o abundancia de recursos, no son determinantes del éxito o fracaso. De hecho, países con abundancia de recursos naturales, bajo instituciones extractivas, como en el caso de Zimbabue, suelen sufrir lo que se conoce como la «maldición de los recursos». En cuanto a la cultura, aunque importante, tampoco es el factor decisivo, como lo demuestra la divergencia entre Corea del Norte y Corea del Sur, que comparten cultura, pero cuyos resultados económicos son drásticamente diferentes debido a sus sistemas institucionales.
Otro concepto clave en el análisis de Acemoglu y Robinson es el de las coyunturas críticas: momentos en los que una sociedad puede cambiar su rumbo institucional. La Revolución Gloriosa de 1688 en Inglaterra, por ejemplo, allanó el camino para la Revolución Industrial al establecer un Estado con mayor rendición de cuentas. Sin embargo, otras coyunturas, como las independencias en América Latina, no lograron transformar las instituciones de manera inclusiva, perpetuando sistemas extractivos que mantenían la pobreza y la desigualdad.
Los autores también plantean dos dinámicas en el desarrollo de las naciones: el círculo virtuoso y el círculo vicioso. El primero describe cómo las instituciones inclusivas tienden a generar más inclusión y crecimiento con el tiempo, como ha ocurrido en Estados Unidos con la expansión de los derechos civiles. El círculo vicioso, por otro lado, explica cómo las instituciones extractivas consolidan el poder en una élite que, a su vez, perpetúa su control, como en Zimbabue bajo el régimen de Robert Mugabe.
Aunque romper con las instituciones extractivas es extremadamente difícil, Acemoglu y Robinson no son pesimistas. Creen que la clave está en la formación de coaliciones sociales amplias que luchen por sus derechos políticos y económicos, forzando la creación de instituciones más inclusivas. Para que esto ocurra, es esencial consolidar el estado de derecho y un sistema político pluralista que rinda cuentas a sus ciudadanos.
Por qué fracasan los países ofrece una nueva perspectiva sobre las diferencias económicas en el mundo y subraya la importancia de las instituciones en el éxito o fracaso de las naciones. Este análisis, más allá de ofrecer lecciones para entender el pasado, nos recuerda que el cambio es posible, pero requiere voluntad política, participación ciudadana y, sobre todo, instituciones que verdaderamente incluyan a todos.
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